Queríais verme subido a una escalera hasta vuestro
balcón, disfrazado de príncipe y que os rescatase de los lestrígonos, del
airado poseidon, de las furias, de los cíclopes que os tenían presa.
De alguna manera lo hice, devolví el brillo y la sonrisa
a vuestros ojos hasta el último día.
Vos me regalasteis una última sonrisa con la que seguir
con mi camino y con la que aliviar el dolor y llenar la profunda oquedad que
quedó en mi alma.
No fue un milagro, sólo fue el amor.
Ya no volverán los infiernos, ni los monstruos. No caben.
Porque donde el amor se halla, acompaña la dicha, se
pierde el miedo y los caminos se tornan como mas llanos, como el paseo por una
arboleda de las que abundan en vuestro verde y hermoso país.
Donde el amor se halla, no caben miedos señora, solo
dicha, alegría, proyectos compartidos, música en los corazones, en las miradas,
en el tacto, música de estar vivos, sinfonía de amantes, de colores.
Sin embargo, la música sigue y vos
no estáis. ¿qué ha quedado entonces, qué hace el milagro?
Roger. (Pablo Sueiro)
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